Para las elegías, Gardel además de “El Zorzal”
fue “El Jilguero” por Héctor Ángel Benedetti |
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Para
las elegías, Gardel además de “El Zorzal”
fue “El Jilguero” Uno de los más perdurables apodos que recibiera Carlos Gardel fue, sin duda alguna, “El Zorzal Criollo”. Su virtud no proviene de una analogía con el canto propiamente dicho, ya que en este sentido hay aves mejores; más bien se debe a lo efectivo de la imagen que propuso desde un principio. El cantor lo había recibido en vida y desde muy temprano; una leyenda no comprobada le adjudica este bautismo al payador José Betinotti. Ya el 25 de junio de 1935, al día siguiente de su trágica muerte, aparecía un poema en el que se lo mencionaba como el Zorzal: En el árbol del Suburbio ya no canta el pajarito. / El Destino, de un hondazo, basureó nuestro zorzal… (Iván Diez: ¡Ha muerto Carlos Gardel!). (1) También hicieron lo propio varias canciones y poemas de 1935, surgidos a las pocas semanas del accidente. Algunos de ellos —sólo algunos— fueron: • Unidos en la muerte, vals de Jaime Vila y José Fernández (grabado por el cantor Oscar Ugarte el 2 de agosto de 1935, para discos Criollo Odeón). Dice: …al Rey de nuestras pampas, al zorzalito criollo…; • Adiós, Carlitos Gardel (incluye este ofrecimiento: Dedicado al malogrado cantor Carlos Gardel), de Roberto Luis Queirolo: …ha sido el zorzal humano / de alma grande y corazón…; • Salud, Maestro…!, de Francisco Raimundo (“Chilo”): …con todos fue muy tratable / ¡Carlos Gardel, el Zorzal!...; • ¡Te fuiste, Carlitos!..., de Alberto Cosentino (aquí letrista, aunque fue autor de la música de una milonga llamada Se fue Carlitos, que se analizará luego): …volando has muerto, zorzal / sin imaginar siquiera…; • Carlos Gardel no ha muerto, de Juan Milatich (poema fechado el 1 de julio de 1937 en la localidad bonaerense de Vicente Casares, según consta al pie del mismo en un ejemplar impreso): …ese máximo cantor / que zorzal criollo se llama…; • Hacia la gloria (subtítulo: A Carlos Gardel va mi homenaje póstumo), de Juan Manuel de la Puente: …si bien en sus gorjeos peregrinos / modulaba las notas de un zorzal…; • Al gran zorzal argentino Carlos Gardel, de Carlos A. Lavalletto: …ya no se oye el zorzal argentino / todos dicen con ¡ay! lastimero…; • ¡Batime, Carlitos!..., de Niceto Vaca: …¡hermano Carlitos! nuestro zorzal criollo, / ¿es cierto, dime, lo que el mundo bate…?; • Allá arriba…, de Santiago Sacarelo: …y ahí nomás ordenó que le trajeran / al sublime zorzal americano…; • Etcétera… …Un “etcétera” muy extenso; a tal punto que si en él se incluyen todos los demás poemas en donde se lo menciona de otras formas o simplemente por su nombre, puede elevarse a Gardel a una insólita categoría: por ningún otro cantor se escribieron tantas rimas a su memoria. Jamás. La aclaración de aquellas “otras formas” de citarlo viene con motivo de que ya en aquel mismo 25 de junio veía la luz otra poesía en donde a Gardel, en lugar de Zorzal, se le llamaba Jilguero. Se trata de la que quizá sea la más conocida elegía que recibiera el cantor: Jilguerito criollo, de Celedonio Esteban Flores. Ya desde el título se ofrece una atractiva variante, que se repite y potencia en la tercera estrofa: Jilguerito
criollo, hermano santo Este otro apodo de “El Jilguero” también le venía desde muy antiguo. Aparece documentado recién a mediados de los años veinte, pero es de suponer que ya lo llamaban así desde tiempo antes. Poco después del poema de “Cele” Flores aparecería la canción La musa está de duelo (letra de Reinaldo Pignataro, música de H. A. Gerald Grus), con el siguiente estribillo recitado: Murió
Gardelito… ¡Qué triste pensarlo! Por su parte, el poeta Nicolás Cosentino (“Nicolito”) también lo evocaba como Jilguero en la primera parte de una composición que también data de 1935, y que se titula Al gran Carlos Gardel: Yo
te canto, jilguerito Idéntico apelativo se encuentra en Jilguero porteño (“Mi Buenos Aires querido”), de Ricardo Olcese, escrito hacia la misma época que el anterior. El poema tiene una larga introducción en donde se exalta la “porteñidad” de Gardel, utilizando como máximo ejemplo su interpretación del tango Mi Buenos Aires querido. Dice Olcese en la segunda estrofa: ¡Plegaste
tus alas, Un pequeño catálogo de ornitología criolla es la ya mencionada milonga Se fue Carlitos, con letra de Juan Miguel Velich y música de Alberto Cosentino. En ella se citan ruiseñores, zorzales, calandrias, chingolos y un improbable “pájaro romancero”. Pero el autor no duda cuando en la segunda estrofa pone: ¡Carlitos,
magno jilguero, Segundo José Torlasco amplía las comparaciones en su poema El último adiós a Carlos Gardel (Q.E.P.D.), tal como se aprecia en este fragmento: Te
llevaste al extranjero Una interesante obra resulta Flores a los caídos (dedicada “A los caídos el 24 de junio de 1935, en la lejana Colombia”), de Eliseo P. Silva. Homenajea a Gardel, a Le Pera y a los guitarristas, aunque curiosamente a Riverol aquí se lo llama “Santiago” (su nombre completo era Ángel Domingo Riverol). Se trata de una extensa poesía de ocho décimas octosílabas. En la séptima estrofa se lee: La
guitarra se enlutó; Otro autor que deja su elegía en aquel 1935 es quien firma bajo el pseudónimo “Ñandubay”. Su aporte se llama El jilguero que no volvió, y en gran parte constituye una especie de resumen rimado de la carrera artística del cantor. Todo el tiempo se invoca a Gardel como el Jilguero, pero por su contenido las más interesantes son las cuartetas cinco y seis: Solita
en aquel palacio Mas,
nunca… nunca el jilguero Alfredo Vesci Cosentino lo llamó de la misma manera en Ha muerto el jilguero!, cuyo emotivo final recuerda: ¡Elevemos
todos los ojos al cielo! Zorzal y Jilguero. Jilguero y Zorzal. Dos aves para nombrar a un mismo cantor; dos sensibles imágenes que convivieron en aquellos días en que la guitarra criolla se vistió de luto. (1) Las transcripciones de todos los poemas de este artículo son fieles a la grafía de la época. Si bien se corrigieron ciertas erratas evidentes (tildes ausentes o sobrantes, algunas faltas de ortografía…), se ha preferido respetar la puntuación original. Ésta incluye formas que han caído en desuso, como iniciar los versos siempre con mayúsculas (ej.: Porque fuiste un varón / Sencillo, bueno y derecho); ubicar los puntos suspensivos luego de un signo de cierre de exclamación o interrogación (ej.: de tu garganta imperial!...); y la presencia de puntos, comas, etc. allí donde según los criterios actuales no son necesarios. © by Héctor Ángel Benedetti (Prohibida su reproducción total o parcial, por cualquier medio, sin la expresa autorización del autor) |