La milonga
te ha mareado
con sus locas tentaciones,
tu moral ha claudicado
entre champán e ilusiones.
De aquel hombre
que antes fuiste
ni la huella queda ya,
sos un joven, y estas viejo,
sos una hoja que se va.
Tu suave mano
sedosa y blanca
jamás luchando se encalleció,
ni ha sido nunca la mano franca
del hombre pobre que trabajo.
Y cuantas
veces tu alma de hinojos
ira a la madre que te adoro,
perdón!...temblando dirán tus ojos
por la amargura que ella lloro.
Muchos andan
por la vida,
como vos en este ambiente
sos una barca perdida
llevada por la corriente
Y si un día
arrepentido
queres pensar en tu ayer
la barca loca se ha hundido
y es imposible volver.
Deja esa vida,
no seas cobarde,
cambia de vida, se mas varón
la borrachera del tango brujo,
se te ha metido en el corazón.
Tal vez mañana
cuando estés triste,
sientas nostalgias del viejo hogar
y cuando sepas que ya no existe
con cuantas penas vas a llorar.
La
brisa
J. A. Caruso y F. Canaro
Era una tarde,
corría una brisa
muy cálida y suave por la rosaleda.
Cerca del lago, leyendo poesías
estabas oculta entre la arboleda.
Turbé el silencio con mis pisadas,
hubo un suspiro y dos miradas.
Era una tarde, corría una brisa
muy cálida y suave por el rosedal.
Y nos volvimos a ver
en aquel mismo lugar
y grabado en un rosal
queda un nombre de mujer
como un recuerdo imborrable
de horas vividas y de ilusión.
Mientras, la tarde moría
y el sol nos enviaba su beso de amor.
Y así una triste tarde,
al banco lo avizoro,
estabas tú sentada
siempre esperándome,
he vuelto muchas veces
teniendo la esperanza
de ver si te veía
más nunca te encontré.
Que lindo hubiera sido
vivir nuestros amores
vivirlos y el precurso
hacer de aquel lugar.
Hoy yo, pa' que le cante
solo queda el recuerdo
de un amor muerto,
de nuestro rosedal.
Allá en el banco que
en el misterio de la rosaleda
mi alma de frío y de amor se estremece.
Hay un recuerdo en esa calma
por eso sufre tanto mi alma
Allá en el banco
que nos conocimos
voy todas las tardes
en el rosedal.
Y nos volvimos a ver en aquel mismo lugar
y grabado en un rosal
está un nombre de mujer
como un recuerdo imborrable
de horas vividas, de ilusión.
Mientras, la tarde moría
y el sol nos enviaba un beso de amor
Y así una triste tarde
al banco lo avizoro
estabas tú sentada
siempre esperándome,
he vuelto muchas veces
teniendo la esperanza
de ver si te veía,
más, nunca te encontré.
La
cabeza del italiano
F. Bastardi y A. Scatasso
Muchachos
a reír,
muchachos a gozar,
que yo quiero cantar
la dicha de vivir.
Aquí junto a mi amor
que yo no venero,
me río de dolor
del mundo entero.
Así
juntito a mí,
como lo manda Dios,
vos mi Rodolfo sos
y yo tu Mimí.
Y mi alma infantil
que es toda tuya,
alegra tu bulín estudiantil.
Acordate que
a veces
la mar de veces,
con un cacho de pan y diez
de queso...
tenias que estudiar
y eran mis besos
que hacían completar
nuestro sostén.
Y acordate
esa vez
que me trajiste
envuelta en un papel
y muy ufano,
la cabeza frappe
del italiano
que un tiro se pego en el
almacén.
Muchachos
a reír,
muchachos a gozar,
que yo quiero cantar
la dicha de vivir.
Aquí junto a mi amor
que yo no venero,
me río de dolor
del mundo entero.
La
canción de Buenos Aires
F. Bastardi y A. Scatasso
Buenos Aires,
cuando lejos me vi
sólo hallaba consuelo
en las notas de un tango dulzón
que lloraba el bandoneón.
Buenos Aires, suspirando por ti
bajo el sol de otro cielo,
cuánto lloró mi corazón
escuchando tu nostálgica canción.
Canción
maleva, canción de Buenos Aires,
hay algo en tus entrañas que vive y que perdura.
Canción maleva, lamento de amargura,
sonrisa de esperanza, sollozo de pasión.
Ese es el tango canción de Buenos Aires,
nacido en el suburbio que hoy reina en todo el mundo.
Este es el tango que llevo muy profundo
clavado en lo más hondo del criollo corazón.
Buenos Aires
donde el tango nació,
tierra mía querida.
Yo quisiera poderte ofrendar
todo el alma en mi cantar
y le pido a mi destino el favor
de que al fin de mi vida
oiga el llorar del bandoneón
entonando tu nostálgica canción.
La
canción del ukelele
A. Avilés y C. Dober
Yo te oí
tocar el ukelele .
Y en tus blancas manos de marfil,
parecía que tuviera un alma
y que pudiera llorar y reír.
Como lloran los que tienen penas
y en silencio las deben sufrir.
Y oyes en el ukelele
una canción triste de dolor;
es mi corazón que en ella adora
y que sufre por la pena de un amor.
Vuelve hacia mi tus ojos
y que pueda tus labios besar,
mientras se oye muy lejos y suave
una canción triste que llora al pasar.
Muchas veces parece que el viento
hacia mis oídos él me trae
las dulces voces del instrumento,
que en sus blancas manos conocí.
Y mi corazón palpita ansiosa
desde aquella tarde que te oí
y oye en el ukelele
una canción triste de dolor
es mi corazón que en ella adora
y que sufre por la pena del amor
Vuelve hacia mi tus ojos
y que pueda tus labios besar,
mientras que oye muy lejos y suave
una canción triste que llora al pasar.
La
cartita
G. Coria Peñalosa y J. de Dios Filiberto
La cartita
que humilde te escribo
tus horas felices no quiere turbar,
sólo quiere contarte mi angustia,
mis hondas nostalgias, mi triste penar...
Tú no sabes las horas amargas
que por tu abandono pasando estoy,
mi cartita te dice que sufro,
que tu mártir sólo soy.
Mi cartita
tal vez te recuerde
las dulces ternuras de nuestro ayer,
mi cartita tal vez te reproche
por qué has muerto mi querer...
con mi humilde cartita te paso
ceñidas y envueltas en negro crespón,
tu retrato, tus risas, tus cartas,
y junto con toda mi muerta ilusión.
Si tú
supieras como está de triste,
desde que te fuiste, mi corazón,
y así me pagas lo que te he querido,
dándome al olvido sin compasión.
Tú no sabes las horas amargas
que por tu abandono pasando estoy,
mi cartita te dice que sufro,
que tu mártir sólo soy.
Mi cartita
tal vez te recuerde
las dulces ternuras de nuestro ayer,
mi cartita tal vez te reproche
por qué has muerto mi querer...
Al cerrar esta triste cartita,
corriendo a mi lado mi madre llegó,
Y aunque quise ocultarle mi pena,
yo sé que mi madre llorando me vio.
La
casita está triste
J. De Grandis y L. Bernstein
Los chicos
no juegan, la casa está triste,
la gente camina en puntas de pie.
El alma de ella en todo subsiste,
el alma tan buena de la que se fue.
Sollozos furtivos, suspiros y quejas
se oyen muy suaves cual leve rumor
de los que han quedado. Se postran las viejas
y elevan plegarias a Nuestro Señor.
Un hombre
murmura: "¡Qué mala es la vida!
¡Tan buena, tan bella, por todos querida,
dejar en tristezas sumido a su hogar!".
La gente la extraña -¡si era tan buena!-,
con todos charlaba, con todos se dio;
por eso en su muerte se ve tan serena,
¿será que su almita al cielo voló?
Despunta la
aurora y mecen las brisas,
las plantas, las flores que tanto cuidó,
y añoran sus riegos, sus dulces sonrisas
y tiernos cuidados que en vida les dio.
Se asoma un nenito, rosado, sonriente;
pregunta a su padre: "¿Mamá dónde está?".
Y al ver el cadáver, le dice doliente:
"¡Papito, yo quiero dormir con mamá!".
La
catedrática
F. Martino
Aunque hay
mucha mishiadura
yo manyo un gran movimiento
hay que ver en las carreras,
el afano y las palmeras,
el afano y las palmeras
y de donde sale el vento.
Con catedráticos
de ojo,
que abundan como la yapa
con el programa en la mano,
a todo pobre cristiano,
a todo pobre cristiano,
le dicen, tengo una papa.
Es ir a cobrar
la plata,
le juro por mi salud,
es llenarse hasta las botas
porque es una refijota,
porque es una refijota,
que la traigo del stud.
Juéguele
fuerte señor,
mire que es una papusa,
mire que es una papusa,
y con el mayor descaro
lo hacen entrar por el aro,
lo hacen entrar por el aro
Dios te libre, que carpusa.
El mismo jockey
me dijo,
andá sin miedo a jugar,
que se las voy a dar seca
y Mingo es la gran muñeca
y Mingo es la gran muñeca,
hay que creer o reventar.
Con Domingo
Torterolo,
soy camarada y demás,
soy camarada y demás
y si al fin se la pilla,
lo arrastra a la ventanilla,
lo arrastra a la ventanilla,
hecho el juego, no va más.
Largaron,
venimos bien,
ahora verán que papita
y aunque sea una macana,
y en el que el caballo afana,
y en el que el caballo afana,
y el pato se armó de guita.
Y al largarse
la carrera,
el caballo viene mal,
el caballo viene mal,
el rana sale piantando,
y el gil se queda esperando,
y el gil se queda esperando,
la atropellada final.
La
cautiva
P. Numa Córdoba y C. V. Geroni Flores
Yo sé
que te tienen cautiva
y que no te puedo ahora yo librar.
Pero sé llegará algún día
y a tu prisión mi amor he de escalar.
Porque mi alma se apena
al ver que sufres de ansiada libertad,
y entonces verás, mi cautiva
todo lo que puede el que ama de verdad.
Ya verás la luz del sol
¿Y una gran día su primor?
pues anhelo con porfía
verte alegre como el día
y bella como una flor.
Yo te quiero con amor,
para mi sos mi dulce bien.
De la guarida del que extraño
te ve brillar con fuerza y con tesón.
Serás de mi dulce albedrío
la dueña más pura de mi corazón,
la flor de mi alma inquieta
ofrendaré con santa devoción
verás como a tu fiel regazo
mi mente agreste reprime su furor,
quiero ser contigo bueno
para que no olvides nunca tu cantor.
Siempre te adoro con pasión, mi bien;
por que sos hogar, mi fe y mi amor de verdad.
Linda como blanca flor de azahar
y te amaré con ansia y con pasión, mi bien
porque sos mi ilusión.
Yo sé que te tienen cautiva
y que no te puedo ahora yo librar.
Pero sé que algún día
y a tu prisión mi amor he de escalar.
Porque mi alma se apena
al ver que sufres de ansiada libertad,
y entonces verás, mi cautiva
todo lo que puede el que ama de verdad.
La
chacarera
J. Maglio y J. Caruso
Chacarera,
chacarera,
chacarera buena moza,
siempre pasas por el agua
pero nadie se te moja.
Chacarera, chacarera,
no me hagas más sufrir,
todos duermen en tu cama
yo también quiero dormir.
La Chacarera,
la chacarera,
la chacarera tiene una cosa
que ella guarda con gran cuidado,
porque es chiquita y muy sabrosa.
La chacarera tan linda y graciosa
que viene y que pasa, me mira y se va,
la chacarera de linda boquita
que yo se la pido y no me la da.
La chacarera
se va
siempre sutil,
siempre gentil
y simpática,
la chacarera ya va
como una flor,
llena de amor,
Enigmática.
La pobre chacarerita
no se sabe resistir,
cuando le piden un beso
enseguida ella contesta que sí.
Chacarera,
chacarera,
chacarera de mi amor,
si yo te pido una cosa
no me contestes que no.
Chacarera, chacarera
no me hagas más sufrir
todos duermen en tu cama,
yo también quiero dormir.
Chacarerita, chacarerita,
Chacarerita me tenés loco;
Chacarerita, chacarerita,
Chacarerita, quiéreme un poco
Chacarerita tan linda y graciosa.
La
china fiera
J. Razzano y C. Gardel
Dice que mi
china es fiera
y se parece al carpincho ,
que su voz es un relincho
y su boca una tranquera,
!y su boca una tranquera¡
Que es una prienda cualquiera
del mismo valor que el toro
que tiene al andar saber
igual al de mi potranca
que es brisaña y media manca
yo sin embargo la quiero.
Que sus ojos son candiles,
ingrata, cuasi apagaos
y andan como desertaos
su pareja de cuadriles ,
!su pareja de cuadriles¡
Y que lo tocante
más espuma da el puchero
que tiene manchao el cuero
que es guaseta y nariguda
vieja bajita y tan panzuda.
Yo sin embargo la quiero.
Es una vieja chancleta,
haragana y comadrona
gacha siempre y pesadona
lo mesmo que la carreta;
!lo mesmo que la carreta¡
Que es una ? coqueta
y su cabeza un caldero
que es un loro barranquero
que más sabe hacer milagros
Que tiene cara de bagre;
yo sin embargo la quiero.
Dicen que por lo arrastrada
se parece a la culebra
y que de gusto se quiebra
lo mesmo que marejada,
!lo mesmo que marejada¡
Que es una china encerrada
que es más fijona que el tero
que suelta como el pampero
la rienda de aflojo
que sepa que muy canejo .
Yo sin embargo la quiero.
La
Choyana
R. Ruiz y A. H. Acuña
Bailecito
que me gusta,
el baile la chacarera ,
para decirle a la niña
jugando pero en de veras.
Antenoche tuve un sueño
que me hacé decía de risa
soñé que te levantabas
al alba para ir a misa.
Dice que de susto muere
aquel que visiones ve,
de ver una lagartija
no sé si me moriré
Corre, corre chacarera
no te aflija mi dolor
mira que yo voy muriendo
por la causa de tu amor.
Las mujeres son el diablo
sobrinas del gran demonio
nosotros los varoncitos
hijitos de San Antonio.
Las mujeres son el diablo
parientas del alacrán
cuando ven a un hombre pobre
alzan las cola y se van.
La mujer que quiere a dos
no es tonta si no entendida
si una vela se le apaga
la otra le queda encendida.
Corre, corre chacarera
así nomás ha de ser
lo importante es tener gusto
a la hora de parecer.
La
cieguita
Keppler Lais y Ramuncho
A pesar del
mucho tiempo
desde entonces transcurrido,
aún mi pecho conmovido
se recuerda con dolor
de aquel día que, en paseo,
vino a un banco una cieguita
y a su lado una viejita
que era su guía y su amor.
Y observé que la chiquita
de ojos grandes y vacíos
escuchaba el griterío
de otras nenas al saltar,
y la oí que amargamente
en un son que era de queja
preguntábale a la vieja:
¿Por qué yo no he de jugar?
Y a punto fijo no sé
si el dolor que sentí
fue escuchando la voz de la nena.
O fue que cuando miré
a su vieja advertí
que lloraba en silencio su pena.
¡Ay, cieguita!,
dije yo con gran pesar,
ven conmigo, pobrecita,
le di un beso y la cieguita
tuvo ya con quien jugar.
Y fue así que diariamente
al llegar con su viejita
me buscaba la cieguita
con tantísimo interés.
¡Qué feliz era la pobre
cuando junto a mi llegaba
y con sus mimos lograba
que jugásemos los tres!...
Pero un día, bien me acuerdo,
no fue más que la viejita
que me dijo: La cieguita
está a punto de expirar...
Fui corriendo hasta su cuna,
la cieguita se moría,
y al morirse me decía:
¿Con quién vas ahora a jugar?
Y a punto fijo no sé
si el dolor que sentí
fue escuchando el adiós de la nena.
O fue que cuando miré
a su vieja advertí
que lloraba en silencio su pena.
¿Ay, cieguita!,
yo no te podré olvidar;
pues me acuerdo de mi hijita
que también era cieguita
y no podía jugar...
La
copa del olvido
A. Vacarezza y E. Delfino
¡Mozo,
traiga otra copa!
y sírvase de algo el que quiera tomar,
que ando muy solo y estoy muy triste
desde que supe la cruel verdad.
¡Mozo,
traiga otra copa!
que anoche, juntos, los vi a los dos,
quise vengarme, matarla quise,
pero un impulso me sereno.
Salí
a la calle desconcertado,
sin saber como hasta aquí llegue
a preguntarle a los hombres sabios,
a preguntarles que debo hacer.
"Olvide,
amigo" - dirán algunos,
pero olvidarla no puede ser
y si la mato, vivir sin ella,
vivir sin ella nunca podré.
¡Mozo
traiga otra copa!
y sírvase de algo el que quiera tomar,
quiero alegrarme con este vino
pa ver si el vino me hace olvidar.
En vano busco
en otras mujeres
dulces caricias para olvidar
y recordando que no me quiere
el sentimiento me hace llorar.
¡Mozo
traiga otra copa!
y sírvase de algo el que quiera tomar.
La
Cordobesa
C. Tapia
La
criolla
A. Le Pera y C. Gardel
Vos sos la
criolla más hermosa,
la que ha dado a las pampas argentinas
todo el fuego de su amor.
Vos sos la criolla legendaria de un pasado.
que ha dejado en nuestras almas
un recuerdo alentador,
Vos sos la
luz, el sol,
el aire suave, embriagador;
vos sos el dulce trino
que modula el ruiseñor.
Yo soy un
pobre peregrino sin consuelo
que contempla marchitada para siempre su ilusión;
el que canta eternamente bajo el cielo
esperando que le pagues algún día su pasión.
Vos sos la
luz, el sol,
el aire suave, embriagador;
vos sos el dulce trino
que modula el ruiseñor.
Vos sos el
alma de la raza
que se estampa en las clásicas guitarras
y en el dulce pericón;
vos sos la criolla más hermosa de la pampa
que ha llenado de esperanza
mi doliente corazón.
Vos sos la
luz, el sol,
el aire suave, embriagador;
vos sos el dulce trino
que modula el ruiseñor.
Vos sos el
alma de esta raza bendecida
donde cantan los zorzales
y gorjea al ruiseñor;
vos sos la dulce serenata adormecida
que al son de cien guitarras
cantara un buen cantor.
Vos sos la
luz, el sol,
el aire suave, embriagador;
vos sos el dulce trino
que modula el ruiseñor.
La
cumparsita (Si supieras)
G. Matos Rodríguez, P. Contursi y E. P. Maroni
Si supieras
que aún dentro de mi alma
conservo aquel cariño
que tuve para ti...!
Quién sabe, si supieras
que nunca te he olvidado...!
volviendo a tu pasado
te acordarás de mí...
Los amigos
ya no vienen
ni siquiera a visitarme;
nadie quiere consolarme
en mi aflicción;
desde el día que te fuiste
siento angustias en mi pecho;
decí, percanta, qué has hecho
de mi pobre corazón!
Sin embargo
yo siempre te recuerdo
con el cariño santo
que tuve para ti;
y estás dentro de mi alma,
pedazo de mi vida,
en la ilusión querida
que nunca olvidaré.
Al cotorro
abandonado
ya ni el sol de la mañana
asoma por la ventana,
como cuando estabas vos...
y aquel perrito compañero
que por tu ausencia no comía
al verme solo, el otro día,
también me dejó.
La
cuyanita
J. Luque Lobo y J. Maglio (Pacho)
Cuyanita de
San Juan me haces pensar
cuando pasas sin mirar cruel y falaz.
No me negues tu querer, linda mujer,
Graciosa pebeta de San Juan.
No me negues
tu querer,
no me digas, ay! que no,
yo tu Pierrot he de ser
y tú serás mi Ninón.
Tuyo es mi amor y mi ser,
tuyo mi leal corazón.
Y tuya siempre
ha de ser
mi más honda pasión.
Ay! Cuyana de San Juan.
Decime, Porota, decime que si
que yo mucha dicha de amor te daré
que nunca tus ojos lloraran por mí
Ay! Me basta tu querer,
cuyana, de ojazos nimbados de sol
de labios tan rojos como un arrebol
de dulce sonrisa, de pálida tez.
Cuyanita de
San Juan.
No puedo más con esta loca pasión,
que siento acá.
No me hagas más llorar,
con tal dolor,
divina pebeta de San Juan.
La
cuyanita
C. Tapia
Yo quisiera
quererte,
pero tú me has de olvidar.
Para eso es mejor no verte;
tu presencia has de pagar.
La, ra, la, la, la, ra, la, la.
La, ra, la, la, la, ra, la, la.
La, ra, la, la, la, ra, la, la.
La, ra, la, la, la, ra, la, la.
Para eso es mejor no verte;
tu presencia has de pagar.
La distancia nos separa
para un momento llegó
no sea que terminara
ese tiempo su dolor.
La, ra, la, la, la, ra, la, la.
La, ra, la, la, la, ra, la, la.
No sea que terminara
con el tiempo sin dolor.
Y si la suerte quisiera,
que te volviese a querer
a la suerte le pidiera
que te matase mujer.
La, ra, la, la, la, ra, la, la.
La, ra, la, la, la, ra, la, la.
A la suerte le pidiera
que te matase mujer.
La
divina dama
E. Cadícamo y N. Shilkret
Oye, divina
dama,
mi corazón, latir;
oye, divina dama,
las notas de mi sufrir.
En la ventana florida
de tu gracia angelical,
dejo la rima perdida
de mi altivo madrigal;
eres tan dulce y tan bella
y tan sentimental,
que de mis versos
robo una estrella
y hago tu adorno triunfal.
Oye, divina
dama,
mi corazón latir;
oye, divina dama,
las notas de mi sufrir.
En mi lunario te sueña
el sol querido de mi amor,
y mi lirismo diseña
un paisaje de dolor,
y es que al pensar si dejaras
de aceptar mi adoración,
¡qué triste el mundo
sin tu sonrisa!
¡No mates mi corazón!
La
enmascarada
F. García Jiménez y P. Bernardo
Cuando quise,
en la vida,
confiado, sólo una vez,
la mujer de mis sueños
fue traidora después...
Aquellas manos tan cálidas
ocultaban el puñal
que mató, cuando apenas germinó,
mi fe sentimental.
Hoy he encontrado
a la impía
en un baile, enmascarada;
la delató su mirada
y una farsa combiné.
Fingí no reconocerla,
fui galante y ocurrente,
y luego, en palabra ardiente,
honda pasión declaré.
Al creer conquistada
mi amorosa locura,
de su triunfo segura
su antifaz se sacó.
Al mirarle los ojos
recordé emocionado
la traición del pasado
y le dije con rencor...
"Para
qué me has mostrado
tu cara sin antifaz,
si de hacerme tu esclavo
no es tu cara capaz...
En ella, risas o lágrimas,
no dicen nunca verdad.
Si sabré que tu imagen viva y fiel
también es antifaz!..."
La
entrerriana
Gobbi
Hermosa entrerriana
de los ojos negros
y de talle esbelto como la palmera.
Son tus labios rojos, cual la flor de ceibo
y como azabache es tu cabellera.
Tú
eres entrerriana la flor perfumada,
la dorada imagen de viva expresión.
Eres el encanto de la paisanada.
Eres de Entre Ríos la veneración.
Eres el encanto de la paisanada.
Eres de Entre Ríos la veneración.
Fuiste tu
entrerriana la que libertaste
a tu hermosa patria del aquel opresor.
Fuiste tú entrerriana la que despojaste,
de aquellas cadenas que eran el terror.
Por eso el
recuerdo de tu valentía
vibra en mi vigüela y en mi corazón.
Porque tú eres ninfa de la patria mía.
Eres sol radiante de su pabellón.
Porque tú eres ninfa de la patria mía.
Eres sol radiante de su pabellón.
Sol resplandeciente
del suelo entrerriano,
mujer adorada, Estrella del Sur.
Criolla que venero con placer ufano,
hada que encantaste mi pobre laúd.
Por eso te
canto, oh, criolla divina,
entrerriana hermosa, mujer ideal.
Gloria de Entre Ríos, patricia argentina,
de las madres criollas más tradicional.
Gloria de Entre Ríos, patricia argentina,
de las madres criollas más tradicional.
La
Garçonieère
F. Canaro y J. Caruso
Vengan todos
a oír esta milonga...
la milonga de nuestra juventud.
Vengan todos muchachos que yo invito,
y diviértanse pues, a mi salud.
Beban mucho, no importa que se gaste,
tengo plata y la quiero derrochar,
pues la vida es tan corta y es preciso
alegrarla con tango y con champán...
¡Que
no turbe nuestra fiesta, ni una pena ni un dolor!
Y vivamos la alegría, en esta noche de amor,
y con las copas bien llenas, acompáñenme a beber,
dos cosas hay en la vida: el champán y la mujer.
¡Qué
me importa si es falsa esta alegría!
necesito mi alma emborrachar,
y es por eso que amigos, esta noche,
una orgía de amor les quiero dar
¡Apuremos
de un sorbo nuestras vidas,
que mañana muy tarde ya será!
Pues la vida es tan frágil mis amigos,
como es frágil la copa de champán.
¡Sigan
muchachos la farra, no se cansen de bailar!
¡Tomen nomás cuanto quieran, que yo lo voy a pagar!!
¡Toda la plata que tengo en milongas gastaré,
porque mañana quien sabe, quien sabe lo que seré!!
La
gayola
A. Tagini y R. Tuegols
No te asustes
ni me huyas,
no he venido pa' vengarme;
si mañana, justamente,
ya me voy pa' no volver...
He venido a despedirme
y el gustazo quiero darme
de mirarte frente a frente
y en tus ojos campanearme,
silencioso, largamente,
como me miraba ayer.
He venido
pa' que juntos
recordemos el pasado
como dos buenos amigos
que hace rato no se ven,
acordarme de aquel tiempo
en que yo era un hombre honrado,
y el cariño de mi vieja
era un poncho que había echado
sobre mi alma noble y buena
contra el frío del desdén.
Una noche,
la huesuda
me vistió el alma de duelo:
a mi buena madrecita
la llamó a su lado Dios;
y en mis sueños parecía
que la pobre, desde el cielo,
me decía que eras buena,
que confiara siempre en vos.
Pero me jugaste
sucio
y, sediento de venganza,
mi cuchillo, en un mal rato
lo envainé en un corazón,
y más tarde, ya sereno,
muerta mi única esperanza,
unas lágrimas rebeldes
las sequé en un bodegón.
Me encerraron
muchos años
en la sórdida gayola
y una tarde me largaron
pa' mi bien o pa' mi mal...
fui vagando por las calles
y rodé como una bola,
pa' comer un plato'e sopa
¡cuántas veces hice cola!
Las auroras me encontraron
atorrando en un umbral.
Hoy ya no
me queda nada,
ni un refugio, estoy tan pobre;
solamente vine a verte
pa' dejarte mi perdón.
Te lo juro, estoy contento
que la dicha a vos te sobre.
Voy al campo a laburarla
pa' juntar algunos cobres,
pa' que no me falten flores
cuando esté dentro' el cajón.
La
gloria del águila
Nieto de Molina y Guillemat
El rey del
aire, tendió sus alas
y fue radiando como el sol que al mundo baña,
con la proeza de cuatro hispanos,
que son un timbre más de gloria para España.
Salió
el "Plus Ultra" con raudo vuelo,
mirando al cielo rumbo a la ciudad del Plata.
El orbe entero se ha estremecido
el entusiasmo en todas partes se desata.
Desde Palos,
el águila vuela
y a Colón, con su gran carabela,
nos recuerda con tal emoción
la hazaña que agita todo el corazón.
Franco y Durán,
Ruiz de Alda, los geniales,
los tres Con rada, son inmortales,
los españoles van con razón cantando
al ver al galardón de su nación.
Y cantarán
con todas las naciones
entrelazando los corazones,
y en tal clamor surge un tango argentino
que dice a España, Madre Patria de mi amor.
Cruzó
Las Palmas y Porto Praia,
glorioso llega en Fernando de Noronha,
prosigue el vuelo y en Pernambuco
ya con su raid al mundo da impresión más honda.
En Río
de Janeiro, Montevideo
suenan campanas pregonando la victoria
y en Buenos Aires, la hija querida,
al fin se cubren ahí los valientes ya de gloria.
Dos países
en un noble lazo,
con el alma se dan un abrazo.
Es la madre que va a visitar los hijos
que viven en otro hogar.
Franco y Durán,
Ruiz de Alda, los geniales,
los tres con Rada, son inmortales,
los españoles van con razón cantando
al ver al galardón de su nación.
Y cantarán
con todas las naciones
entrelazando los corazones,
y en tal clamor surge un tango argentino
que dice a España, Madre Patria de mi amor.
La
he visto con otro
P. Contursi y A. Scatasso
La he visto
con otro
pasearse del brazo.
Mis ojos lloraban
de pena y dolor.
En cambio en su cara,
sus negros ojazos
reían contentos
de dicha y amor.
Recuerdo que
en mis brazos
llorando me decía,
será pa' siempre tuya
mi vida y mi pasión.
Jugo con mis amores,
la ingrata me fingía,
dejándome enlutado
mi pobre corazón.
Hay noches
que solo
me quedo en el cuarto
rogando a la virgen
me la haga olvidar,
y al verla con otro
pasar por mi lado
en vez de matarla
me pongo a llorar.
La
hija de la japonesita
De La Vega, de Maroni y R. Montés
Una geisha
del yosiwara
sacerdotisa del dios Amor
dice a todos que está maldita
porque ha nacido de la traición,
y aunque príncipe el padre fue,
en el fango debe vivir,
y la geisha huérfana y triste
llora ante Buda, diciendo así:
Buda,
ya que sufrir me ves...
Buda,
protégeme, señor...
Mira
que la pobre musmé
nacida en la orfandad
se muere de dolor.
Y la geisha
jamás olvida
la historia triste de una pasión
que a la madre robó la vida,
esclavizada por el amor;
y llorando sin fe ni hogar,
destrozando su corazón,
por doquiera se oye el lamento
triste y amargo de su canción:
Buda, ya que
sufrir me ves...
Buda, protégeme, señor...
Mira que la pobre musmé
nacida en la orfandad
se muere de dolor.
Todo es calma
en el yosiwara
donde hizo nido el amor fatal...
como sombra cruza la geisha,
lleva en la mano fino puñal;
su nirvana la hace morir,
rasga el vientre sin compasión,
y agoniza la princesita
rogando a Buda con triste voz:
Buda, ya que
sufrir me ves...
Buda, recíbeme, señor...
Mira que la pobre musmé
nacida en la orfandad
se muere de dolor.
La
huella
J. Razzano y C. Gardel
A la huella,
huella,
huella cantando;
cuando más te va se me olvida
más me va gustando.
Por entre totorales
formando espuma
va corriendo el arroyo
a la laguna.
El amor es un niño
que cuando nace
con cualquier cariñito
se satisface
pero en creciendo,
pero en creciendo
cuanto más le van dando
más va pidiendo.
En mi pago me llaman el inocente
porque me gustan
las mozas de quince a veinte.
Por eso cuando ensillo
dice mi madre:
"allá va un inocente,
no me lo engañen."
Esta moza que baila
merece un beso
y el que baila con ella
que lamba un güeso.
Las muchachas bonitas
son perseguidas
como la azucarera
por las hormigas.
La
madrugada
S. Salinas
¿No
ver a tu corazón?
¿qué dice usted?
adorada prenda querida
así ha de ser;
y verá que por tu amor
¿qué dice usted?
estoy al perder la vida,
así ha de ser.
No te duermas mi querida
no te duermas mi adorada,
!que viene aclarando el día
la madrugada¡
Estoy al perder la vida,
¿qué dice usted?
En la agonía muy fuerte
así ha de ser.
Al verte todos los día
¿qué dice usted?
mis ojos lloran por verte
así ha de ser.
No te duermas mi querida,
no te duermas mi adorada...
!qué viene aclarando el día
la madrugada¡
Soñé que el fuego se helaba
¿qué dice usted?
y que la nieve se ardía
así ha de ser.
Y por soñar imposibles
¿qué dice usted?
soñé que tu me querías
así ha de ser
No te duermas mi querida,
no te duermas mi adorada,
¡que viene aclarando el día
la madrugada!
La
maleva
M. Pardo y A. Buglione
Maleva, que
has vuelto al nido
de tu garufa arrepentida,
ya no sos la mantenida
que deslumbraba en el Pigall.
Ya no tenés más berretines
de lujo y milonga,
de vicio y placer.
Volvés a tu vida primera
y la milonguera
vuelve a ser mujer.
Tal vez algún
día,
oyendo un tango malevo,
arderá en tu alma un deseo
que matará el corazón.
Vos, que siempre fuistes
la reina de los festines,
ya no querés copetines
ni tangos de bandoneón.
Y ahora, de
nuevo en tu barrio
y por todos respetada,
viendo tu vieja encantada
con tu regeneración,
dentro de tu corazón
has de pensar que el cariño
tendió su manto de armiño
para abrigarte mejor.
La
mañanita
C. Gardel
Quien avivó
tu hermosura
¿es el de la pausa?, no.
Es el del atado llano
Es del atado llano.
De mañanita temprano
cuando la luz fulgura
yo no he visto más lindura
hasta el pasto me enamora.
La calandria seductora,
los jilgueros y zorzales
con sus trinos sin iguales
van saludando la aurora,
van saludando la aurora.
En un palenque plantao
que a tres metros se levanta,
que a tres metros se levanta,
un jilguero que otro canta
en la punta entusiasmado;
un corderito encerrado
llama afligida a la oveja
quede del sauce la queja
lo que el pampero lo azota
y el grito de la gaviota
lo que al yagüeli y se aleja
lo que al yagüeli y se aleja
El carrerón la gambeta
hace de contar contento
hace de contar contento
Pero muy manso y cachaciento
va en busca de la carreta
una que otra martineta
vuela a la luz del cachorro
sale de la cueva el zorro;
queda en la puerta estirao
y el cacho canta tocao
como pidiendo socorro,
como pidiendo socorro.
La
mariposa
C. Gardel y J. Razzano
Tiene muy
lindo color
la mariposa liviana,
mil encantos la mañana,
la estrella tiene fulgor;
perfume tiene la flor,
misterio la fuente pura,
el campo tiene dulzura,
el viento canciones suaves,
dulce gorjeo las aves...
yo solo tengo amargura.
Tiene mil
brisas el día,
flores silvestres el suelo,
y pureza tiene el cielo
que cubre la patria mía;
tienen muchas melodías
los campesinos cantares,
y calma tienen los mares
después de los aquilones.
Todos tienen ilusiones:
yo solo tengo pesares.
Entre sus
flecos la aurora
tiene mil encantos presos,
dulzura tienen los besos
de la mujer que se adora;
la guitarra, cuando llora,
también tiene sus ternezas,
la noche tiene grandezas
que sus crespones estampa,
lindura tiene la pampa,
yo solo tengo tristezas.
La
mariposa
C. Flores y P. Maffia
No es que
esté arrepentido
de haberte querido tanto:
lo que me apena es tu olvido,
y tu traición
me sume en amargo llanto.
Si vieras,
estoy tan triste
que canto por no llorar;
si para tu bien te fuiste,
para tu bien
te tengo que perdonar.
Aquella tarde
que te vi,
tu estampa me gustó,
pebeta de arrabal;
y sin saber por qué yo te seguí
y el corazón te di
y fue tan sólo por mi mal.
Sí
fue sincero mi querer,
que nunca imaginé
la hiel de tu traición;
que solo y triste, piba, me quedé,
sin amor y sin fe
y derrotado el corazón.
Después
de libar, traidora,
en el rosal de mi amor,
te marchas, engañadora,
para buscar
el encanto de otra flor.
Y buscando
la más pura,
la de más lindo color,
la ciegas con tu hermosura
para, después,
engañarla con tu amor.
Ten cuidado,
mariposa,
de los mentidos amores;
no te cieguen los fulgores
de alguna falsa pasión,
porque entonces pagarás
toda tu traición,
toda tu maldad.
No es que
esté arrepentido
de haberte querido tanto:
lo que me apena es tu olvido,
y tu traición
me sume en amargo llanto.
Si vieras,
estoy tan triste
que canto por no llorar;
si para tu bien te fuiste,
para tu bien
te tengo que perdonar.
La
mascotita
J. Luque Lobo y F. Scolatti Almeyda
Era la más
papusa
con su vestido blanco de percal,
y la llamaban la papirusa,
la Mascotita del arrabal.
Era la más papusa
con su vestido blanco de percal.
Todas las
tardes la piba estaba
del conventillo en el portón,
y a los bacanes los embrocaba,
sin darles nunca conversación.
Pero un buen día el barrio entero
por las comadres llegó a saber
que la Mascotita se hizo jilguero
cantando amores voló y se fue.
La gente toda
se alborotaba
contra el malevo que fue tan cruel
porque al llevarla el se espiantaba
la Mascotita del barrio aquel.
Y luego muchos meses pasaron.
Y nadie supo de ella que fue.
Unos dijeron que la junaron
bailando un tango en un cabaret.
Era la más
papusa
con su vestido blanco de percal,
y la llamaban la papirusa,
la Mascotita del arrabal.
Era la más papusa
con su vestido blanco de percal.
Pero una tarde
el barrio entero
oyó con pena la novedad.
Las alas rotas, aquel jilguero,
agonizaba en el hospital.
Al otro día de mañanita
el barrio suyo todo lloró...
Que aquella noche la Mascotita
sin un amigo sola murió.
La
mentirosa
F. García Jiménez y A. Aieta
Cuanto te
amé, puedo decir
que jamás a otra mujer,
podré querer como a vos.
La juventud no volverá nunca más
y a la ambición ya puedo darle el adiós.
Que tiempo aquel,
hora fugaz que se fue,
todo el valor de una pasión conocí.
Cuantas feliz
frases de amor escuche,
que siempre yo, sumiso y fiel te creí.
Las caricias de tus manos,
tus palabras de ternura,
dejaron cruel amargura,
porque nada fue verdad.
Besos falsos de tu boca, juramentos, ilusiones,
mataron mis ambiciones, sin un poco de piedad.
Pero, por
el mal que vos me hiciste,
solo dice mi alma triste,
mentirosa,
mentirosa.
Todo lo que me has hecho pasar,
penas, llanto, con otro lo has de pagar.
Ya encontrarás
quien un amor fingirá
y entonces sí, vas querer sin mentir,
has de ser vos la que al final llorará.
Siempre de mi te acordarás al sufrir,
ha de sangrar tu corazón al pensar,
en todo el mal que hicistes a mi ilusión
y hasta al morir, hasta el morir, mirarás
los ojos del fantasma de tu traición.
Pero, por
el mal que vos me hiciste,
solo dice mi alma triste,
mentirosa, mentirosa.
Todo lo que me has hecho pasar,
penas, llanto, con otro lo has de pagar.
La
milonga
E. Cárdenas y R. Rossi
Suena la orquesta,
los fuelles llorones
con sus vibraciones, tan linda la fiesta…
La muchachada que el patio engalana,
su risa de grana de amor inundaba.
Y entre los ruidos parecen las notas
canciones que brotan de amores sentidos.
Pero hay momentos que en celos de amor
los ojos expresan intenso furor,
cuando se empeña un guapo en llevar
a la hermosa dueña de uno que sabe amar.
Y un clamor
de pronto se levanta
al mirar que dos hombres pelean
con vigor, y en la lucha cuerpean,
mientras que viborea el filo del facón.
Los que ven los gestos de guapeza
de esos dos que luchan con bravura
y al mirar tan grande ofuscación
una sombra de amargura cubre el corazón.
Y en la milonga
se mueren los sones
de los bandoneones que ya no rezongan
y el patio queda muy triste y sombrío
como si estuviera bañado de hastío.
Es que la gente sufre un desconsuelo
al ver que un valiente quedará en el suelo.
Y la muchacha que al guapo adoró
maldice al malevo que a su hombre mató
y ahogada en un grito de dolor
besa el rostro amado del que fuera su amor.
Yo no sé
qué viento de tristeza
se llevó del patio su alegría,
cuando el sol a lo lejos moría
y se fiesta perdía
su alegre animación.
Sólo sé que la que lo adoraba
sollozó muriéndose de duelo
y al llorar su perdida ilusión
le pidió cuentas al cielo
para su aflicción.
La
mina del Ford
P. Contursi, F. del Negro y A. Scatasso
(Recitado)
Por eso la
mina, aburrida
de aguantar la vida que le di,
cacho el baúl una noche
y se fue cantando así:
Yo quiero
un cotorro
que tenga balcones,
cortinas muy largas
de seda crepe,
mirar los bacanes
pasando a montones,
pa'ver si algún reo
me dice: que hace!
Yo quiero
un cotorro
con piso encerado,
que tenga alfombrita
para caminar.
Sillones de cuero
todo rempujado
y un loro atorrante
que sepa cantar.
Yo quiero
una cama
que tenga acolchado,
y quiero una estufa
pa'entrar en calor,
que venga el mucamo
corriendo apurado
y diga... "Señora,
araca, esta el Ford!"
La
muchacha (La muchacha del arrabal)
R. Firpo, J. Ferreira y L. Torres Ríos
Muchacha,
Déjame que yo recuerde
Cuando allá
En el music hall,
Borracha de pena,
De alcohol y dolor,
Cantabas alegre,
Vendiendo sonrisas
Y falsas caricias,
Canciones de amor.
Y así,
noche a noche,
Matando tu herida
En loco derroche
De besos y amor,
Tirabas tu vida
Truncada y vencida
De pena y dolor.
Por eso, muchacha
Que ayer fuiste buena,
Deja que tu pena
La llore con vos,
Y así en los momentos
De risas amargas,
Te alivie la carga
Fatal de dolor.
La
muchacha del circo
M. Romero y G. Matos Rodríguez
Yo soy la
muchacha del circo.
Por una moneda yo doy
un poco de humilde belleza,
un poco de tibia emoción.
Yo soy la muchacha del circo.
Por esos caminos yo voy,
ceñida en mi malla de seda,
repartiendo a todos
flores de ilusión.
Colgada del
frágil trapecio
su cuerpo elegante parece, al saltar,
una paloma blanca que al cielo,
con ansia loca, quisiera llegar.
Mientras la gente,
emocionada,
contempla inquieta su salto mortal,
bajo la lona
del viejo circo,
un frío de muerte se siente cruzar.
Ahí
va la muchacha del circo;
no encuentra consuelo ni amor,
regala a otros la dicha
y sufre miseria y dolor.
Por fin, una noche, la mano,
cansada, al trapecio aflojo
y... pobre muchacha del circo!
buscando un aplauso
la muerte encontró.
La
novia ausente
G. y E. Cadícamo
A veces repaso
las horas aquellas
cuando era estudiante y tu eras la amada
que con tus sonrisas repartías estrellas
a todos los mozos de aquella barriada.
Ah! las noches
tibias, Ah! la fantasía
de nuestra veintena de abriles felices,
cuando solamente tu risa se oía
y yo no tenia mis cabellos grises.
Íbamos
del brazo y tu suspirabas
porque muy cerquita te decía, "Mi bien,
ves como la luna se enreda en los pinos
y su luz de plata te besa en la sien?
Al raro conjuro
de noche y reseda
temblaban las hojas del parque también
y tu me pedías que te recitara
esta "sonatina" que soñó Rubén:
(recitado)
"La princesa
esta triste! Que tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa esta pálida en su silla de oro,
esta mudo el teclado de su clave sonoro
y en mi vaso, olvidada, se desmaya una flor.
Que duendes lograron lo que ya no existe?
Que mano huesuda fue hilando mis males?
Y que pena altiva hoy me ha hecho tan triste
triste como el eco de las catedrales?
Ah! ya se,
ya se. Fue la novia ausente
aquella que, cuando estudiante, me amaba.
Que al morir, un beso le deje en la frente
porque estaba fría, porque me dejaba.
La
pastelera
R. Rossi y F. Brancatti
Epa, compañero,
no atropelle,
que esa prienda tiene dueño...
Atráquese,
gallo mentao,
que el reñidero está como pa' usted,
pero eso sí, tenga afilaos
los espuelones y prepárese,
que en esta pista no es sólo un crestón
el que flamea listo pa' dentrar,
habemos gallo que en el encontrón,
a pura maña sabemos chulear.
Ahí
tiene, don, caña y anís
pa' corajear más entonao,
y apártese como perdiz
pa'l otro bando, porque aquí va errao;
no sea que al fin quiera atrapar
el corazón de esta mujer,
y amostazao, lo haga saltar
como langosta, pa' hacerlo aprender.
Pa' este mentao
juego de amor,
tabaco e'chuco no le vi'aceptar;
juegue de ley, que sin temor,
alguna prienda se podrá agenciar;
pero a mi linda pastelera fiel,
a naide bromas le vi'a permitir,
porque es el agua fresca en mi jagüel
donde yo solo puedo zambullir.
Sí
amigo, tenga paciencia. Haga buches.
Al fin, con
resignación,
pero hoy tendrás que aguantar;
no sufras, gauchito,
que algún pastelito
la chirusa a usted le va a brindar,
ni pite del fuerte
porque así la suerte
lo empezó a golpear.
La
pastora
S. Salinas
Apenas nace
la aurora
ya viene el alba del día.
Apenas nace la aurora
ya viene el alba del día.
Ha bajado una pastora
al pie de una serranía.
Ella trae unos papeles
con la historia de su vida.
Ella trae unos papeles
con la historia de su vida;
y mientras los va leyendo
se va quedando dormida.
Era de esmalte y de piedra
la casa donde habitaba,
era de esmalte y de piedra
la casa donde habitaba;
no la pintarán pinceles
tan linda como ella estaba.
Pobrecita la pastora
que ha fallecido en los campos.
Pobrecita la pastora
que ha fallecido en los campos.
Que Dios le conceda gloria
por haber sufrido tanto.
Que Dios le conceda gloria
por haber sufrido tanto.
La
pena del payador
E. Escariz, J. y L. Servidio
La tarde en
el poniente su poncho recogía
peinando entre sus flecos un copo de arrebol,
y el hilo de la noche, que en ancas se venía,
bordaba en seda negra los pétalos del sol.
Llorosos los
yuyales doblándose al pampero
y el Viejo de la Carreta picando al buey sobón
atrácase a la férrea rejilla del pulpero
haciendo para el viaje su gaucha provisión.
Balando las
ovejas se agrupa la majada
tirando "para las casas" en busca del corral,
y el tero centinela, soldado de avanzada,
vigila que el indiaje no arree un animal.
Calandrias
y zorzales de pechos escarlatas
se ven en espesura del monte vivaquear.
Colgando de las ramas los palios de sus flautas,
cual músicos cansados que vienen a nochear.
De pronto
allá a lo lejos, a tranco acompasado,
se ve asomar un flete bordeando el cañadón
y en el un gaucho triste de negro arrebujado,
con porte de hombre nervio, audacia y corazón!
Facón
de plata al cinto, trabuco amarilleado,
espuelas nazarenas, sombrero echado para atrás,
allá va Santos Vega, jinete en su tostado,
pensando que la vida para el está de mas!
Quién
sabe que honda pena lo abisma al peregrino
centauro de las pampas, invicto payador!
que en vano las acacias y sauces del camino
se inclinan para verle sonreír en su dolor.
Mas dicen
los que saben de amores escondidos
y al gaucho le conocen su indómito valor
que solo son culpables dos ojos renegridos
de aquella gran tristeza que aflige al trovador.
La
percanta está triste
V. Greco
La percanta
esta triste.
Que tendrá la percanta?
En sus ojos hinchados
se asoma una lagrima,
rueda y se planta.
La percanta esta triste,
no hace más que gemir...
Ya no ríe, no baila, ni canta
y la pobre percanta
no puede dormir.
De su cara
rosada
se ha piantado el color
y ha quedado marchita
como pálida flor.
Sus ojazos no brillan,
han perdido el fulgor,
y sus labios de fuego
ya no tienen calor.
Otra mina
más papa
al bacán le quito
y la pobre percanta
amurada quedo.
La percanta esta triste
y no puede vivir...
Su dolor es tan grande y profundo
que esgunfia, del mundo
se quiere escurrir.
La
provinciana
M. Romero y M. Joves
Era una provincianita
que dejando su casita
cayó un día a la ciudad
sin sospechar, pobrecita,
que iba buscando su ruina;
y bien pronto un compadrito
empezó su trabajito
con engaño y con maldad,
y la muchacha rodó
una noche en el Maipú,
entre un tango y un foxtrot.
Infeliz provincianita,
tan gentil y tan bonita,
la milonga te apresó
y ya tu vida está marchita;
pobre flor, ya está muy lejos
el recuerdo de tus viejos;
tu candor se disipó,
y hoy te entregás a la cocó.
Provinciana
sin malicia
que soñás con las delicias
de la vida en la ciudad,
la capital te fascina,
pero mira que es dañina;
como vos, muchas quisieron
conocerla y se vinieron
para nunca retornar,
porque es muy fácil rodar
una noche en el Maipú,
entre el tango y el champán.
La
pueblerita
F. Martino
Cuando vine
de mi pago
por vez primera
me quemaron los ojos de una pueblera
Pueblerita de mi vida,
pueblerita de mi amor.
Pueblerita de mi vida,
pueblerita de mi amor.
¡Amalhaya! tus grandes ojos
me han quemado el corazón.
Me lo has de estar mentando
tú sola quieres
y luego tú eres la reina de las mujeres.
Pueblerita de mi vida,
pueblerita de mi amor.
Pueblerita de mi vida
pueblerita de mi amor.
No ves que tus negros ojos
me han quemao el corazón.
No puedo que tú no quieras que seas mía
y que han de morir para siempre
mis alegrías.
Pueblerita de mi vida,
pueblerita de mi amor.
Pueblerita de mi vida,
pueblerita de mi amor.
no ves que tus negros ojos
me han quemado el corazón.
La
reina del tango
E. Cadícamo
Flor de noche,
que al sordo fragor
del champán descorchado triunfás,
reina loca, que un juego de amor
lentamente, bailando, trenzás.
Tu compás es el ritmo sensual
que en la alfombra retuerce el gotán
y tu pinta elegante y teatral
se muestra orgullosa
junto a tu bacán.
Sos reina
del tango,
papusa ruflera,
la ciencia canera
de saber bailar
prendió una diadema
de’rante nobleza
sobre tu cabeza
reina del gotán;
tiembla en tus caderas
la Música rea,
en la melopea
que a tu corazón
muy a la sordina
le hace un contracanto
que aumenta el quebranto
de tu perdición.
El gotán
se te fue al corazón
como un dulce chamuyo de amor
y es por eso que en esta canción
encontrarás alegría y dolor.
Che, milonga, seguí el jarandón,
meta baile con corte y champán,
que un noche tendrás que bailar
el tango grotesco
del Juicio Final.
Sos reina
del tango,
papusa ruflera,
la ciencia canera
de saber bailar
prendió una diadema
de rante noblez
sobre tu cabeza
reina del gotán;
tiembla en tus caderas
la Música rea,
en la melopea
que a tu corazón
muy a la sordina
le hace un contracanto
que aumenta el quebranto
de tu perdición.
La
reja
M. A. Meaños y C. Marcucci
Era el atardecer,
que la pareja
llegaba siempre junto a aquella reja,
donde ella y él
se unían con fervor
en un abrazo ardiente,
jurándose su amor.
Tenía
ella en sus ojos la dulzura
de una mirada llena de ventura
y en el clavel
de su boquita en flor
un poema de amor
para vivir con él.
'Yo te querré,
mi vida, eternamente,
suave, el galán, decía apasionado;
'mi corazón te ansía y a tu lado
todo mi amor rebosa de pasión.
Quiero, en un beso de tus labios rojos,
sentirme dueño de tu almita pura
y en un abrazo lleno de ternura
darte el amor que es toda tu ilusión'.
Pasó
algún tiempo y aquella pareja
no se vio más llegar junto a la reja,
porque al decir
del barrio que los vio,
mintió el galán cariño
y a ella abandonó.
Y a veces, en la tarde agonizante,
se ve llegar con paso vacilante
una mujer
que la reja mirar,
solloza al recordar
aquel amor de ayer."
La
salteñita
E. Maroni y F. Scolatti Almeyda
Cuando tu
boca me besa,
yo siento gozo de mieles.
Cuando tu boca me besa,
yo siento gozo de mieles.
Tus labios tienen claveles
y memoria me interesa.
Yo te quiero salteñita
te quiero y te correspondo;
mi amor se metió muy hondo;
y el tuyo por encimita.
Y vos no querís sentir
de las penas el quebranto
y vos no querís sentir
de las penas el quebranto.
No me quieras china tanto
que el amor anda en sufrir.
Provincianita querida,
tus caricias me maltratan
un beso me da la vida
me da la vida y me mata.
Cuando tu boca me besa,
yo siento gozo de mieles.
Cuando tu boca me besa,
yo siento gozo de mieles.
Tus labios tienen claveles
mi memoria me interesa.
Al ver que hay en mí, tesoro,
te dije que te quería
perdóname si mentía:
¡yo no te quiero, te adoro!
La
sulamita
J. Caruso y F. Canaro
Fue en el
Cairo por primera vez la ví
una bella tarde de radiante sol,
a una linda sulamita yo seguí
porque a su mirar no supe resistir.
Y la Mora sus ojitos me guiñó
cual si fuera una tierna invitación
y sus lindos labios tras el velo
dulcemente me dijeron
que iba a ser mío su amor.
Mora gentil,
escúchame,
yo tu pasión quiero tener,
son tus recuerdos
los que guardo junto a mí;
tus negros ojos y tus labios carmesí.
Mora gentil, escúchame,
yo tu pasión quiero sentir
tus negros ojos y tus labios y tus besos
son recuerdos que jamás olvidaré.
Sulamita que
buscando amores vas
muy pronto te cansaste de mi amor,
no recuerdas de las horas que pasé
quemado por el sol bajo tu balcón.
Y por que tú te burlaste, ay de mí,
si motivos para eso nunca te di,
no era sincero tu fiel cariño
y yo como un tierno niño
inocente lo creí.
La
tacuarita
G. Coria Peñalosa y J. de Dios Filiberto
Al amanecer
tiene tu cantar
ave pequeñita,
y al primer fulgor
de la rama está
linda tacuarita .
Ave de mi tierra,
ave de la aurora
ave trinadora
de las selvas nacional.
Tu cantar es tierno
por que es canto de criollo.
A la bruma azul,
con el arrebol,
tu nidito deja.
Y en el saucedal
canta tu canción
como de tristeza.
Todas las mañanas
vienes a cantarme
viene a despertarme
con la brisa matinal.
¿Por qué tacuarita
corro a oler sentimental?
Al salir el sol
rondas mi jardín
por la mañanita.
Que lindo es oír
el pío triunfal
de tu vidalita.
Vuelcas en tu trino
la amorosa diana
de tu almita hermana
con purísima emoción,
todo un sentimiento
del nativo corazón.
La
tristeza del bulín
A. Roldán y A. Scatasso
Y porque me
abandonaste
sin decirme la razón
y sin ver que el corazón
poco a poco destrozaste.
Que frío
quedo el bulín
que triste y que solitario,
si vieras...hasta el canario
llora sus penas sin ti.
Te acordas
del mate aquel
que llevaba entrelazadas
dos iniciales doradas,
regalo de Don Manuel.
La nena ayer
lo rompió
y con tan cruel ironía
que tu inicial y la mía
al caer se separo...
Negra...porque
no volves,
porque tanta indiferencia
si el mal que causa tu ausencia
me mata, vos lo sabes.
Que mi pena
tenga fin,
cuando tú quieras volver
y que vuelva a renacer
la alegría en el bulín.
La
tropilla
M. Pardo y S. Rocca
La tropilla
que monto
De reservados, de reservados;
Son de un pelo y tordillos
Como mis años, como mis años;
Y la yegua madrina,
Más renegrida, más renegrida
Que las penas que mi alma
Lleva escondidas.
Las espuelas
que yo uso
Pa’ mis floreos, pa’ mis flores,
Malambeando relucen
Mis zapateos, mis zapateos,
Sus rodajas ya no hincan
Porque yo pienso, porque yo pienso
Que es cobarde quien hiere
Los indefensos.
Y los bastos
que pongo
De cabecera, de cabecera
Cavilando me tienen
La noche entera, la noche entera
Hasta que me sorprende
La madrugada, la madrugada;
Abrazao de quién llamo
Mi peor es nada.
La
tupungatina
C. Tapia
Ya se van
para los campos y adiós;
a buscar yerbas de olvido y dejarte.
Haber si con esta ausencia pudiera
en relación a otro tiempo olvidarte.
Haber si con esta ausencia pudiera,
en relación a otro tiempo olvidarte.
He vivido tolerando martirio
y jamás pienso mostrarme cobarde.
Arrastrando una cadena tan fuerte
hasta que mi triste vida se acabe.
Arrastrando una cadena tan fuerte
hasta que mi triste vida se acabe.
Cuando a la fe no de tiempo
mis penas
no hay mal que por bien no venga
aunque tarde.
Cuando no haya tierra ni agua ni cielo.
Se acabarán mis tormentos cobardes.
Cuando no haya tierra ni agua ni cielo.
Se acabarán mis tormentos cobardes.
La
última copa
J. Caruso y F. Canaro
Eche, amigo,
no mas, écheme y llene
hasta el borde la copa de champán
que esta noche de farra y de alegría
el dolor que hay en mi alma quiero ahogar.
Es la última farra de mi vida
de mi vida muchachos que se va...
Mejor dicho se ha ido tras de aquella
que no supo mi amor nunca apreciar.
Yo la quise,
muchachos y la quiero
y jamás yo la podré olvidar...
Yo me emborracho por ella
y ella quien sabe que hará`...
Eche mozo más champán,
que todo mi dolor
bebiendo lo he de ahogar
Y si la ven
amigos, díganle
que ha sido por su amor
que mi vida ya se fue`.
Y brindemos,
no más,
la ultima copa
que, tal vez, también ella ahora estará`
ofreciendo en algún brindis su boca
y otra boca febril la besara`.
Eche amigo, no mas, écheme y llene
hasta el borde la copa de champán
que mi vida de ha ido tras de aquella
que no supo mi amor nunca apreciar.
Yo la quise,
muchachos y la quiero
y jamás yo la podré olvidar...
Yo me emborracho por ella
y ella quien sabe que hará`...
Eche mozo más champán,
que todo mi dolor
bebiendo lo he de ahogar
Y si la ven
amigos, díganle
que ha sido por su amor
que mi vida ya se fue.
La
última ronda
F. Lozano y J. F. Pollero
Callecita
de mi pueblo inolvidada
que de joven siempre yo rondaba,
el recuerdo del pasado
me atormenta la razón.
Silenciosa y confidente callecita,
el querer del cual vos sos testigo
no lo tengo en el olvido
por más tiempo que pasó.
En mi última
ronda
todo ya dormía,
en mi última ronda
con la novia mía.
Al pie de su reja
muy juntos los dos,
no ser para otra
juré ante Dios.
Ni los juegos,
ni el dinero, ni mujeres,
ni los bailes, ni los mil placeres,
ni ese lujo deslumbrante
de esta hermosa población,
no consiguen alejar de mi memoria
a la chica de triste historia,
que aunque muerta está hace años
aun vive en mi corazón.
La
uruguayita Lucía
D. López Barreto
Cabellos negros,
los ojos
azules, y los labios
muy rojos tenia
la Uruguayita Lucia,
la flor del pago 'e Florida.
Hasta los gauchos más fieros
eternos matreros
más mansos se hacían.
Sus ojazos parecían
azul del cielo al mirar.
Ningún
gaucho jamás
pudo alcanzar
el corazón de Lucia.
Hasta que al pago llego un día
un gaucho que naide conocía.
Buen payador y buen mozo
canto con voz lastimera.
El gaucho le pidió el corazón,
y ella le dio el alma entera.
Fueron felices
sus amores
jamás los sinsabores
interrumpió el idilio.
Juntas soñaron sus almitas
cual blancas palomitas
en un rincón del nido.
Cuando se asoma el horizonte
se escucha tras el monte
como un suave murmullo.
Canta la tierna y fiel pareja,
de amores son sus quejas,
idilios de placer.
Pero la patria
lo llama
su hijo reclama
y lo entrega a la gloria.
Junto al clarín de Victoria
también se escucha una queja.
...Es que troncho Lavalleja
a la dulce pareja
el idilio de un día.
...Hoy ya no canta Lucia,
...su payador no volvió.
La
violeta
N. Olivari y C. Castillo
Con el codo
en la mesa mugrienta
y la vista clavada en un sueño,
piensa el tano Domingo Polenta
en el drama de su inmigración.
Y en la sucia
cantina que canta
la nostalgia del viejo paese
desafina su ronca garganta
ya curtida de vino carlón.
E...! La Violeta,
la va, la va, la va...
La va sul campo che lei si sognaba
ch'era su gigin, que guardandola staba...
El también
busca su soñado bien
desde aquel día, tan lejano ya,
que con su carga de ilusión saliera
como La Violeta que la va...la va...
Canzoneta
de pago lejano
que idealiza la sucia taberna
y que brilla en los ojos del tano
con la perla de algún lagrimón...
La aprendió
cuando vino con otros
encerrado en la panza de un buque,
y es con ella, metiendo batuque,
que consuela su desilusión.
La
violetera
A. A. Aieta y F. García Jiménez
La linda violetera
sus flores va ofreciendo
las bromas respondiendo
con gracia espiritual.
Al serio, al alegre al rico
y al pobrete
le deja un ramillete
prendido en el ojal.
Las mesas del concierto
ruidosas de alegría
con bella mercancía
se acerca a perfumar
y en este reino loco
del vino y de la risa
serena se desliza
diciendo así al pasar:
"Caballeros son mis flores
mascotitas de fortuna
y han de verlo en sus amores
si se quedan con alguna
de las que yo les ofrezco aquí.
Caballeros mis violetas
han brotado en los jardines
donde vagan los poetas
y adorables querubines
las cortaron para mi".
La linda violetera
mezclada en alegría
disfraza su agonía
con lírico pregón
y un día vio su alma
fragante cual sus flores
y fueron sus amores
pagados con traición.
Le queda del romance
la más preciosa herencia
la luz de su existencia
un nene que murió
por ella y por su dulce
retoño que se ha muerto
de pronto en el concierto
pregona así mi voz:
"Caballeros conmovido
desparramo el canastillo
y por ella yo les pido
que den vuelta a los bolsillos
todos los que tengan corazón.
Caballeros hay alguno
que no compre ni un ramito
al saber que cada uno
dará pan para un nenito
y a una madre protección.
La
virgen del perdón
V. Retta, M. Viale y C. V. Geroni Flores
Mi niña
Manuelita es una santa,
la adoran de Palermo a Monserrat,
y es tan linda que al verla a mí me encanta,
cuando del brazo del tatita va;
"es su ángel de la guarda Manuelita,
y la ley no resiste a su bondad;
para los pobres es la madrecita
que a manos llenas su ternura da.
Por ella un
pericón
y un viva por su nombre,
por ella los candombes
de la Federación;
pregonen su infinita
belleza angelical,
porque ella es la estrellita
del cielo federal.
Su porte delicado
es de princesa
que luce por corona el peinetón,
y en el templo, parece cuando reza
la misma Virgencita del Perdón;
con regio miriñaque o con mantilla,
Manuelita es la rosa del candor,
y en su mirada dulce siempre brilla
la más pura caricia del amor.
La
vuelta de Rocha
G. Coria Peñaloza y J. de Dios Filiberto
Muchachita
buena, que un mozo engañara,
la Vuelta de Rocha tu historia guardó;
este viejo barrio, que tanto te quiso,
tu triste tragedia jamás olvidó.
Cantabas siempre,
como canta el barrio,
el tango triste o la canción doliente.
Flor de la Vuelta te llamó la gente,
por tu gracia y tu candor.
El mozo aquel
se fue, dejando sola,
a la más pura y santa noviecita;
quedaste tú como una flor marchita,
sollozando tu dolor.
Muchachita
buena, los muelles lo saben,
que el viejo Riachuelo sepulcro te dio;
una crucecita le dice al que pasa,
que el alma de un barrio tu suerte lloró.
La
yegüecita
J. Razzano y C. Gardel
Yo tengo una
yegüecita
que es muy buena pa' trillar,
que cuando la ato a las varas,
no la puedo hacer andar.
Yo tengo una
yegüecita
que no hay otra en el lugar,
se luce por su colita
y por su calma al trotar.
Ay, yegua,
Ay, manca,
ay yegua, tu caminar.
me lleva pasito a paso
al rancho donde ella esta.
me lleva pasito a paso
al rancho donde ella esta.
Yo tengo una
yegüecita
lindita como una flor
tiene una peladurita
desde la cola al garrón,
Montado en
mi yegüecita,
no temo quedar a pie,
porque si ella lo dispone
también camina al revés.
Ay, yegua...
ay, manca,
ay yegua, tu caminar...
me lleva pasito a paso
al rancho donde ella esta,
me lleva pasito a paso
al rancho donde ella esta.
Langosta
J. A. Bruno y J. de Dios Filiberto
Una noche
muy cruda de invierno
a Langosta lo vieron pasar
con un traje marrón entallado
y una vaga tristeza al mirar.
Con el pucho
apagado en la boca
recostóse el malevo a pensar
en quien sabe que cosa tan loca,
que a veces los bichos lo vieron llorar.
Las viejas
decían...son penas de amor,
que tarde o temprano se habrán de saber;
y cuentan que un día lo vieron volver
diciendo, borracho, con hondo dolor:
"Tal
vez algún día terminen de hablar
y para ese ejemplo me tengo yo fe,
yo tengo el remedio que no ha de fallar..."
dio un beso al cuchillo, y cantando, se fue.
"Que
soy malo, murmura la gente,
que a llamarme Langosta llego,
que jamás me encontraron sonriente
y que miro con rabia y rencor.
Yo no puedo
mirar de otro modo
ni es posible con ser lo que soy,
desgraciarme no quiero del todo
por eso me callo, suspiro y me voy."
Una noche,
después de algún tiempo,
a Langosta lo vieron venir
con un brillo fugaz en los ojos
y una mueca feroz al reís.
Al llegar
a la esquina, en que siempre
recostóse el malevo a pensar,
arrojando el cuchillo a la calle...
sacando un retrato se puso a llorar.
Largue
esa Mujica
J. Sarcione
Largue, Chiessa
a esa Mujica
por Souza y por Roncoroni
y Pratto Coty Spiantoni
porque Passini calor.
Yo Onzari que Battilana
si ha Serrato la Manchini,
que si usted Reccanatini
tal vez Stabile mejor.
Marassi que
yo Bidoglio
que anda con una Peniche
y aunque se Fleitas Solich,
a quien se lo va a Gondar.
Qu´el qu´es Nobile, che Negro,
nunca Settis Gainzerain
si deja esa Bidegain
pa´ no volver a Beccar.
Tire, Cherro,
esa Ferreyra,
que si corre Sanguinetti
lo van a dejar Coletti
en la Celta de un Penal.
Es inútil que Lamarque
o a lo mejor la Martínez,
si no valdrá que Giménez
ni que se haga el Sandoval.
Guarda con
la Canaveri,
Miranda que lo en Canaro,
si de usted bate un Purcaro
que es Caferatta de acción.
Olvide el Carricaberry,
tírese a la Bartolucci,
que es mejor hacer Bucci
que dárselas de Mathón.
Las
campanas
J. R. Planquette
De mi existencia
con los albores
de tus rigores
la suerte va.
Gozar me hizo
todo el mundo
del mar profundo
la inmensidad.
Cuando las olas
rugen sin calma
abren el alma
del bien.
Aquella tarde
del ancho espacio
entré al palacio
que habito yo.
Así
he vivido
desde la cuna
de la fortuna
tras del placer.
Hasta que un día
en mi camino
puso el destino
a una mujer.
Sobre las
olas
del manso río
un cuerpo frío
flotando vi.
Y entre las sombras
desvanecidas
al dar la vida
todo perdí.
Falsos recuerdos
por vez postrera
mi vida entera
tras ella irá.
No vuelva a verte,
prenda adorada,
que tu mirada
me matará.
Las
flores de tu balcón
F. Catalán
Y son las
flores de tu balcón
tu mismo encanto, ay! mi adoración,
cuando me veas cerca de ti
pues no te extrañes, ay! que cante así:
Clavelinera,
mi niña hermosa,
tú eres la rosa y eres mi amor,
pues me entretiene sobremanera
verte afanosa con tu labor.
Con que entusiasmo
cuidas las flores,
nido de amores de alta pasión,
con tu cuidado, fiel jardinera
has cautivado mi corazón.
Si a tus claveles
los quema el sol,
morena mía, aquí estoy yo
para regarlos cuando no estés
y lozanitos, ay! poderlos ver.
Clavelinera,
mi niña hermosa,
tú eres la rosa y eres mi amor,
pues me entretiene sobremanera
verte afanosa con tu labor.
Con que entusiasmo
cuidas las flores,
nido de amores de alta pasión,
con tu cuidado, fiel jardinera
has cautivado mi corazón.
Las
madreselvas
J. M. Aguilar
Sobre el cerco
florido
la madreselva tan maternal,
como a un hijo querido
esta abrazada sobre el tapial.
Parece que afanosa
cubre, piadosa, tanta humildad
extendiendo por el rancho
el dulce encanto de su bondad.
Flores silvestres...
galas camperas...
con que la primavera
cubre las tierras de mi querer.
De sus modestas flores
la paisanita suele tejer
ramilletes de amores
para la virgen de su querer
Madreselva olorosa
la de perfume suave y dulzón,
me recuerdas mi infancia
por eso alegras mi corazón
Flores silvestres...
galas camperas...
con que la primavera
cubre las tierras de mi querer.
con que la primavera
cubre las tierras de mi querer.
Lechuza
A. Navarrine y J. Navarrine
Pálido,
triste, maltrecho
un andrajo parecía
llegó cuando anochecía
al barrio, buscando techo.
Quien sabe dentro del pecho
que tragedias le mordía
que cayó al pie de un balcón
manoteando el corazón.
Y Lechuza por su mal
oyó que cantaban tras esa canal:
Como un graznido
que el aire cruza
ahí va Lechuza
rumbo al olvido.
Su vida ha sido
triste y sombría
cual agonía
que arrastrando va.
La muchachada
de rompe y raja
se fue a baraja
ya derrotada.
Hoy su barriada
cambió de traje
y el malevaje
trabajando está...
Y al callar la voz fatal
Lechuza besaba la cruz de un puñal.
Cuando apuntó el día nuevo
ya estaba echada su suerte,
lo halló desangrado inerte
un botón que iba a relevo.
¡Era el último malevo!
que se iba con rumbo a la muerte¡
y cayó al pie del balcón
Y al callar la voz fatal
Lechuza besaba la cruz de un puñal.
¡Leguisamo
solo!
M. H. Papávero
Alzan las
cintas; parten los tungos
como saetas al viento veloz...
Detrás va el Pulpo, alta la testa
la mano experta y el ojo avizor.
Siguen corriendo; doblan el codo,
ya se acomoda, ya entra en acción...
Es el maestro el que se arrima
y explota un grito ensordecedor.
Leguisamo
solo!...
gritan los nenes de la popular.
Leguisamo solo!...
fuerte repiten los de la oficial.
Leguisamo solo!...
ya esta el puntero del Pulpo a la par.
Leguisamo al trote!...
y el Pulpo cruza el disco triunfal.
No hay duda
alguna, es la muñeca,
es su sereno y gran corazón
los que triunfan por la cabeza
en gran estilo y con precisión.
Lleva los pingos a la victoria
con tal dominio de su profesión
que lo distinguen como una gloria,
mezcla de asombro y de admiración.
Lejana
tierra mía
A. Le Pera y C. Gardel
Lejana tierra
mía
bajo tu cielo,
bajo tu cielo,
quiero morirme un día
con tu consuelo,
con tu consuelo.
Y oír el canto de oro
de tus campanas
que siempre añoro;
no se si al contemplarte
al regresar
sabré reír o llorar...
Silencio de
mi aldea
que solo quiebra la serenata
de un ardiente Romeo
bajo una dulce luna de plata.
En un balcón florido
se oye el murmullo
de un juramento,
que la brisa llevo con el rumor
de otras cuitas de amor.
Siempre esta
el balcón
con su flor
y su sol...
Tu no estas, faltas tu...
Oh! Mi amor...
Lejana tierra
mía
de mis amores,
como te nombro
en mis noches de insomnio
con las pupilas
llenas de asombro...
Dime, estrellita mía,
que no son vanas mis esperanzas;
bien sabes tu... que pronto he de volver...
a mi viejo querer.
Linda
provincianita
M. Pardo
Linda provincianita
reina del pago
capullo en flor
para ti son mis cantos
y mi guitarra de trovador
y mi rancho también
son todos para ti.
Para hablar de tus labios
no hallo palabras que caigan bien
más rojos que las guindas
que los corales y que el clavel
labios que al sonreír
dejan adivinar
que saben los secretos
y las ternuras para arreglar.
Y desde un
pago al otro
de sur a norte en esta región
no hay otra provinciana
que no se iguala la tradición.
Tus ojos son de fuego
que queman al mirar
y tienen de mi tierra
todo el encanto tradicional.
Llegué
a ladrón por amarte
Oglima y Juan Maglio
Yo sé
que me estoy muriendo,
que soy una ruina andando
y que siempre estoy dejando
su muestra cruel de piedad.
Mi vida se está acabando
está la pobre marchita
y mi buena madrecita
solita se quedará.
Mujer que
te fuiste
dejándome enfermo,
portándote mal
con mi bien querer.
Yo estoy agotado,
me voy acabando,
ya nada jamás
me habrá de curar.
Por darte
lujo y placeres
dejé amor ciego y hondo
y en un abismo ya sin fondo,
y a un amargo deshonor.
Por vos robé y fui canalla,
llegué a ladrón por amarte
y toda vos me pagaste
con la más negra traición.
Llévame
carretero
G. Cicarelli y M. Parada
Juntito al
camino de la carretera,
cubierta de polvo, hecha un trapo viejo,
buscando, una moza recorre aquel trecho,
al hombre que un día le mintiera amor.
La noche tendiendo va su negro manto,
y una carreta que avanzando va
por aquel sendero donde aquel quebranto
implora consuelo y clama piedad:
Llevame carretero
donde está mi amor,
llevame que me muero de pena y dolor,
y era muy guapo el mozo, sabes, carretero,
por eso es que quiero buscar al traidor;
sus dulces palabras llenas de emoción,
halagaban mi alma y mi corazón,
y yo fui su alegría, la luz de sus ojos,
y hasta de su antojo, con ciega pasión.
Por eso te
pido que escuches mis ruegos,
no ves que no puedo seguir con mi pena,
y es tanto el tormento, que está mi alma llena
de angustia, tristeza, de llanto y dolor.
Con hosco mirar, torpe el carretero
siguió picaneando al buey delantero,
por aquella huellas donde aquella moza,
se quedó llorando, buscando su amor.
Llora
corazón
H. Pettorossi